26 septiembre, 2019
11 septiembre, 2019
26 abril, 2019
Reemplazando la geolocalización
Vivo en una esquina, a escasos 40 metros de las vías de un ferrocarril. Mi vereda es parte de la cancha de fútbol de mis vecinos más chicos, a quienes les oficio principalmente de alcanzador de pelotas. Esto último siempre y cuando los perros que viven en mi casa no las destrocen antes.
Justo al lado, saliendo hacia la derecha, se ubica uno de los tantos almacenes de mi barrio, que los hay por todos lados y de distinta ramas.
Por mi calle circula de sur a norte un colectivo cada 20 minutos aproximadamente, e infinidad de otros vehículos a toda hora. Y de norte a sur circula un riachuelo de agua de cloaca que se viene formado desde unas 10 cuadras más arriba.
Mi vecino del fondo de al lado alegra -sin que lo queramos realmente- unas 4 manzanas a su alrededor con música a todo lo que da, aunque se está reprimiendo un poco hoy por ser día de semana, supongo (o porque alguien más que yo, también lo amenazó).
Ayer vino el verdulero en su motocarro, y hoy a la mañana un joven exdrogadicto me vendió pan de anís. A doña Mimí la cruzamos el martes y tenía la mano vendada, a la pobre la golpearon cuando la asaltaron hace más de una semana ya. Por aquí hay que andar con cuidado. Ahora mi barrio se pinta con nombres de políticos que por lo visto se olvidan de aparecer antes del tiempo de elecciones.
Mi tierra es extremadamente fértil y generosa. Hay humedad por todos lados, y en verano hace un calor agobiante. La primavera ya es otra cosa, la primavera es nuestro fuerte.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)




